Época:
Inicio: Año 1503
Fin: Año 1503

Antecedente:
Ceriñola, la consagración del Gran Capitán



Comentario

El gobierno del Gran Capitán en Nápoles coincidió con la época de la recuperación de la virtú nacional italiana y enseguida con los valores que los historiadores del arte llaman el Renacimiento, enfrentados en parte con la cultura del Gótico tardío, procedente en su mayor parte de Flandes, donde se desarrollaba un esquema estético diferente que era al mismo tiempo una concepción del mundo. La situación en Nápoles era difícil. Aislado en el corazón de una Italia fuertemente republicana, y de intereses mercantiles, donde había sido fácil el ascenso de banqueros al poder político, rodeada de ambiciosos y gigantescos vecinos, el imperio alemán y el Imperio turco -cada vez más, frente a frente en los Balcanes-, el Reino de Nápoles era la llave para que España pudiera entrar en la alta política internacional con su propio rostro y no al servicio de los intereses del Imperio, como al fin y a la postre sucedió. ¿Se había creado un sólido Estado dinástico en España, fomentando la unión de sus diversos reinos para convertirse en una mera provincia de la red política creada por los Habsburgo?
La posibilidad de una política estrictamente española en Italia se frustró cuando nadie hizo caso a las llamadas de atención del Gran Capitán mientras combatía a las tropas francesas en la difícil campaña del río Garellano. Gonzalo proponía una unidad de intereses "españoles", que era tanto como decir castellanos, aragoneses, catalanes, para adelantarse al impulso de un Imperio transnacional y oponerse así al creciente poder de los Habsburgo en Europa. La victoria sobre los franceses en el GareIlano en el invierno de 1504 le abrió a los Reyes Católicos la posibilidad de entrar por la puerta grande en los grandes asuntos de la política internacional, de entenderse con Génova y Venecia y abrirse camino hacia el norte, hacia la Lombardía de los Visconti y hacia el Tirol y desde allí presionar a los Habsburgo. Pero las rencillas internas, el desencuentro de Felipe con sus suegros, y la tendencia a manipular los sentimientos de la reina Juana, terminaron primero con la salud y la vida de Isabel la Católica y, más tarde, con una serie de decisiones graves de Fernando el Católico, que comenzaron por la destitución del Gran Capitán de su cargo.

Desde su retiro obligado en Loja, Gonzalo comprendió el error de esa política que el rey dejó en manos del duque de Cardona, torpe en las mesas de negociación y más aún en los campos de batalla. Todo lo que él había ganado con su esfuerzo e inteligencia, se malogró en una sola jornada, cuando las tropas españolas al mando del duque de Cardona fueron derrotadas sin paliativos en la Batalla de Rávena. Fernando el Católico se desentendió de Italia mientras se volcaba en la conquista de Navarra. La Historia entonces se le echó encima. La muerte de Gonzalo y, un año después, la de su primo, el rey, provocaron un cambio radical en la política en Italia. No será España quien la lleve a cabo, sino el Imperio Habsburgo con el apoyo financiero y militar de Castilla, tras ser derrotadas las voces díscolas en la revuelta comunera.